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LA MUJER SUNAMITA | El poder del testimonio



Hemos visto en las dos partes anteriores de la mujer sunamita en la Biblia, cómo Dios obró en la vida de esta mujer de Sunem, quien abrió las puertas de su casa al profeta Eliseo y actuó con gran bondad, sin esperar nada a cambio. Si aún no las has leído, las puedes encontrar aquí: →La Sumanita, Una gran lección de fe parte 1 →La Sunamita: Una gran lección de fe parte 2


En esta tercera parte, se nos revela una valiosa lección de parte de Dios.


Relata la Biblia en 2 Reyes 8:1-6 que el profeta Eliseo llamó a esta mujer y le dijo: "Levántate tú y toda tu casa, vete a vivir donde puedas, porque Jehová ha llamado el hambre sobre esta tierra por siete años."


Vemos cómo Dios, a través del profeta, está librando a la mujer sunamita de la gran hambruna que viene. Esto nos habla de la gran misericordia de Dios para con ella por su buen proceder anterior, pero no solamente eso. Hay un detalle muy importante, y es que la misericordia de Dios para con la mujer es tan grande que alcanza a toda su casa (su familia).


Cuando nosotros servimos a Dios, él nos bendice y esa bendición alcanza a toda nuestra casa; nuestros hijos se ven beneficiados del favor de Dios por medio de nosotros.

La mujer sunamita sale de su tierra obedeciendo la palabra del profeta, para librarse del hambre, y vive siete años en tierra de los filisteos. Al pasar este tiempo, la sunamita regresa, pero se encuentra con que han usurpado sus tierras, por lo cual va donde el rey a implorar que le sean devueltas y aquí sucede algo sorprendente.


En el tiempo en que la mujer sunamita estuvo fuera, el rey pidió a Giezi, el siervo del profeta Eliseo, que le contara todas las maravillas que el profeta había hecho, entre las cuales Giezi le contó cómo había vuelto a la vida el hijo de una mujer. Entonces, cuando la mujer se presenta, Giezi le dice: "Rey señor mío, esta es la mujer, y este es su hijo, al cual Eliseo hizo vivir." El rey sorprendido escuchó la historia nuevamente de labios de la propia mujer sunamita y en ese mismo momento ordenó que le fueran devueltas todas las cosas que eran suyas, y todos los frutos de sus tierras desde el día en que se fue hasta el día en que regresó.


Me sorprende mucho el hecho de ver cómo la acción inicial de hospitalidad de la sunamita tuvo repercusiones positivas a lo largo de toda su vida y alcanzó el favor de Dios no solo para ella, sino para toda su familia. De la misma manera, todo lo que nosotros hagamos tiene un impacto en nuestra vida y en la de los que amamos.


El llamado en esta ocasión es a reflexionar acerca de nuestro servicio a Dios. Si lo hacemos de corazón para él, obtendremos una gran recompensa no solo en esta vida, sino, mayormente, en la vida eterna.


Con esto cerramos la serie de la sunamita. Espero que haya sido de bendición para sus vidas, como lo ha sido para la mía. Dios nos ha dejado tesoros muy valiosos en su palabra. Y aunque algunas historias son menos populares que otras en la actualidad, todas, sin duda, están llenas de bendición.


¡Que Dios les bendiga grandemente!

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