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¿PORQUÉ RENDIRTE HOY? [Cómo vencí el desánimo]


En nuestro diario vivir, como hijos de Dios, tenemos que afrontar muchas situaciones difíciles. Tanto, que hay momentos donde sentimos que ya ha sido suficiente, que ya no podemos avanzar más, llegamos a sentirnos tristes, desanimados, solos, defraudados, traicionados, y de pronto, sin darnos cuenta, estamos atravesando incluso hasta síntomas de depresión, que dicho sea de paso, alguna vez llegué a pensar que los hijos de Dios no sufríamos de depresión, pero a través de todas las dificultades, que me fue necesario enfrentar, entendí que todo esto es sólo parte de un proceso, y que es por medio de ese proceso, que Dios nos va puliendo.


Un día, en mi lugar de trabajo, estaba meditando acerca de muchas cosas en mi vida, estaba atravesando una enorme dificultad, me sentía desesperado, fue uno de esos momentos donde, por más que buscas una salida, no logras encontrarla, por más vueltas que le das al asunto, no logras hallar una respuesta.


Tanto era el desánimo que en ese momento se había apoderado de mi, que decidí no asistir a mi Iglesia ese día, no lo hacía por enojo, o por resentimiento, no, era simplemente que en ese momento no tenia fuerza alguna para alzar mis manos y adorar, no tenía el hambre espiritual que normalmente nos hace asistir a la iglesia con gozo. Había algo, que me había robado la paz y había plantado desánimo en su lugar.


Llegó la hora de salida, y en en el trayecto desde el trabajo a la casa, seguía decidido, ese día, no asistiría a la Iglesia. Pero Dios dice en su palabra, que sus pensamientos no son igual que los nuestros (Isaías 58:8-9). Y yo, no imaginaba la manera tan sorprendente en que Dios iba a dar un giro total a mi situación momentos mas tarde.


Al llegar a casa, me senté en mi sillón, con una taza de café, como todos los días, aún con la decisión firme de no asistir ese día a la Iglesia. Cuando de pronto, escucho a mi hijo de 5 añitos decir, "Papi vámonos ya, apúrate, debo ir a escuela bíblica" esas palabras, aunque parezcan sencillas, me quebrantaron viniendo de él. Yo había permitido que la llama del gozo de Dios se ahogara en mi entre la tribulación y el desánimo, pero la llama de mi hijo, permanecía brillante, tanto, como para alumbrar de golpe mi corazón con su alegría de saber que iríamos a la casa de Dios. Era un propósito divino, Dios me levantó a través de mi hijo. No lo dudé, nos alistamos y nos fuimos en familia a la casa del Señor. Pero el día no acabó ahí, ese fue sólo el principio de una gran lección que aprendí ese día acerca del desánimo.


Al llegar a la casa de Dios, comencé a cantar, lo reconozco, aún sin fuerzas, porque aunque hasta ese momento, Dios había comenzado a obrar, los problemas seguían ahí, robándome la paz, quitándome el gozo, yo quería rendirme, orando a Dios en silencio le dije "Señor, no puedo más". Cuando terminó el tiempo de alabanza y llego el momento de escuchar su palabra, parecía como si Dios estaba al frente, hablando directamente a mi, el Pastor dio un mensaje tan apegado a mi situación, que no dudé ni por un segundo que fue de parte de Dios para mi. Recuerdo perfectamente esas palabras: "¿Porqué quieres rendirte? en el boxeo, nunca es el boxeador quien tira la toalla, es el entrenador quien lo hace al ver a su discípulo derrotado, tu entrenador es Jesús y a Él nadie lo a derrotado nunca". Esas palabras marcaron mi vida, y entendí que si antes no me había rendido ¿Porqué iba a hacerlo ese día?

Entonces comprendí, que ninguna situación en esta tierra es mas grande que el poder de Dios, a quien yo sirvo. Y que por muy difícil que sea la situación, si tu entrenador, Jesús, no ha tirado la toalla por ti, es porque sabe que aún eres capaz de dar más. Quizá a tu vida han llegado pensamientos de suicidio, quizá te han dicho "jamás lograras ser alguien", o no sé que pueda ser lo que halla marcado tu vida de manera negativa, pero lo cierto, es que pudiste haberte rendido hace un año, pudiste haberte rendido hace un mes, pudiste incluso haberte rendido ayer, pero no lo hiciste, decidiste seguir adelante y eso fue porque Dios movió su poder en ti y no te abandonó.


Termino mi experiencia con esto: Cuando quieras rendirte, levanta tu mirada al cielo y dile a tu entrenador (Dios) que tire la toalla; si Él lo hace, ríndete, fue suficiente. Pero si Él no lo hace, entonces continúa, pide más fuerza y sigue avanzando, tu milagro, tu victoria, tu respuesta, esta en camino.


Las tribulaciones pueden ser difíciles, o dolorosas, pero no eternas.

Que Dios te bendiga.


 

¿Cómo enfrentas tú el desánimo?

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